lunes, 4 de agosto de 2008

La perfección hecha mujer

La rutina comienza temprano, a las 5 de la mañana. Un desayuno nutritivo lleno de vitaminas y proteínas para encarar la labor de cada día. Durante las primeras horas de la mañna se deben correr varios kilómetros. Más tarde se procede a hacer ejercicios de estiramiento, luego es hora de entrar en el gimnasio y dominar cada uno de los elementos de la gimansia artística. Las barras asimétricas, los ejercicios de suelo, el caballete y la barra de equilibrio. Horas y horas viendo como tus músculos se fortalecen mientras que la piel de tus manos comienza a mostrar ampollas y tus piernas se llenan de moretones. El día casi termina, pero antes es necesario relajar los músculos y para eso todo es valido, incluso meterse en una bañera repleta de cubitos de hielo. Parece casi una locura, pero para algunas chicas esto no es más que una rutina diaria, un esfuerzo que vale la pena con tal de conseguir una sóla meta: ser perfectas, tal como lo fue una pequeña rumana hace más de 30 años.

Nadia Comaneci volaba entre barras asimétricas. Nadia dibujaba figuras en el aire y en el suelo. Nadia se balanceaba y sonreía sobre la barra de equilibrio. Nadia brillaba. Nadia era única. Con apenas 14 años de edad, volvió loco al mundo entero cuando entró al gimnasio principal donde se llevaban acabo los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976. Después de una excelente y arriesgada rutina en las barras asimétricas los jueces puntuaron a la niña con un perfecto 10, algo que no había sucedido nunca en la historia olímpica de la gimnasia artística. Tan inesperado fue dicho evento que las plaquetas que anunciaban la puntuación de los jueces se vieron desactualizadas: cuando las calificaciones se anunciaron en el tablero eléctrico, apareció un "1.0", ya que el sistema contaba sólo con espacio para un entero y un decimal. Ese año Nadia volvió a la vieja a Rumania soviética con tres medallas de oro (general individual, barra de equilibrio y barras asimétricas), una de plata (general por equipos) y una de bronce (ejercicio de suelo).


Si bien posteriormente consiguió convertirse en la primera gimnasta de la historia en conseguir tres títulos europeos consecutivos, Nadia no pudo igualar la maravillosa actuación que tuvo en Montreal. Y después de conseguir cinco medallas de oro en el Campeonato Mundial Universitario de Bucarest en 1981 se retiró de la competición profesional. Durante años se dedicó a entrenar a jóvenes gimnastas de su país, hasta que en 1989 se fugó hacia Estados Unidos. Allí conoció al gimnasta Bart Conner, con quien se casó y fundó la Academia Conner de Gimnasia.


Hoy en día Nadia es vicepresidente del Consejo de Dirección de Olimpíadas Especiales, presidenta de honor de la Federación Rumana de Gimnasia, presidenta honorífica del Comité Olímpico Rumano, embajadora de deportes de Rumania, vicepresidenta del Consejo de Dirección de la Asociación para la Distrofia Muscular y miembro de la Fundación de la Federación Internacional de Gimnasia. Además ha recibido dos veces la condecoración de la Orden Olímpica de manos del Comité Olímpico Internacional, y cuenta con el honor de haber sido la segunda atleta en la historia que fue invitada a hablar en las Naciones Unidas.


Lejos de las rutinas que una vez la llenaron de gloria pero siempre cerca del deporte que ama, Nadia Comaneci sigue buscando la perfección como esposa de Conner y como madre del pequeño Dylan Paul. También trata de cumplir con nobleza y dedicación su rol como instructora y modelo de miles de jóvenes atletas que aman tener ampollas en sus manos y moretones en sus piernas.




§abrina .






1 comentario:

Ariadna De Alexandría dijo...

¡Es excepcional!

Era fascinante verla!

¡Saludos que andes genial!